Mi querido:
Antes que las letras tomen forma, escribo una disculpa noble, transparente y un tanto avergonzada. Y ésta se ofrece a razón de no haber dicho Adiós antes de partir.
Antes que las letras tomen forma, escribo una disculpa noble, transparente y un tanto avergonzada. Y ésta se ofrece a razón de no haber dicho Adiós antes de partir.
Sí, huí como lo hacen los que están acostumbrados a la renuncia; una justa razón me orilló a cometer el acto. En breve te hablaré de ella.
Decidí escapar porque, de pronto, el mundo fabricado en que nos encontrábamos tomó un tono gris. Y dirás tú que el gris es la mezcla
del negro y el blanco –por lo tanto es armonioso– pero no me refiero a esa
mezcla de color que dominamos tan bien; sino al tono que nos remite al desgano, al aburrimiento y
apatía. La ilusión caminaba como floja, la esperanza tenía la mirada perdida. Habíamos dejado de sonreír...
Mi cuerpo se volvió blando, dudoso, ciego: un cuerpo torpe que combinaba con la atonía de aquel mundo. Mi rostro hacía extrañas muecas como si quisiera sonreír. Temblaba por las noches, abrazaba sin abarcar, escuchaba a medias... Una
dura existencia para un corazón apasionado que no disimula la tristeza.
Lo más pesaroso llegó una mañana cuando sin ojos desperté ¡sí! sin
ojos. Tal vez mi alma devastada y deshidratada los extirpó por la noche para
que el camino que pisaba no fuese visto más. Puedo interpretar que los ojos eran ya innecesarios ante el panorama desolador.
Cuando me di cuenta de que aquello era real !corrí¡ ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Decirte que el día me despertó sin ojos? ¿Que te prepararas para tu nuevo papel de lazarillo? ¡No! No ni nunca. Corrí tanto que me extravié. Olvidé el miedo y creo que él a mí.
Desconozco el trágico final de ese par
de ojos, no los extraño. Hoy tengo otros que ya no requieren gafas. Ocho
semanas de sanación: muy dura, has de saber... En seguida, el nuevo par comenzó
a nacer y una gran alegría me abrazó.
Este mundo es diferente, Aquí nadie me persigue ni siquiera yo
misma; los fantasmas han quedado atrás. Me he perdido tan bien que no he podido, ¡no han podido encontrarme!
He comenzado a reconstruir: ahora todo es más colorido y audaz, con música para soñar, letras sencillas: un lenguaje
universal. He conocido gente de tan noble corazón con quien comparto la
vida. Respiro despacio y miro los ojos de todos ellos que también fueron ciegos.
Tal vez un día, sin quererlo, me halles, nos hallemos. ¿El lugar? no lo sé; quizá debajo de una roca en Nayarit o nadando en el mar de
Tulúm. Puede que nos encontremos trepados en un árbol de la selva en algún lugar
del mundo. O ¿acaso nos reencontremos
bebiendo agua de las cascadas de Amatlán? Todo es posible. Hay tiempo para imaginarlo.
Cuando llegue esa época te presentaré
este mundo tonto, loco, enamorado y rebelde, más cambiante que constante. Te mostraré lo bien que se vive sin ataduras. Lo cálidas que resultan
las noches de luna plateada. El buen vino que se bebe en estas tierras y el eco
de las guitarras que resuenan pasadas las diez.
Te enseñaré a qué huelen los sueños
cuando no son de uno. La palabras escritas de los poetas rupestres. Las ganas
que traen los días de morir sin dejar huella. Las ideas de los hombres y las mujeres, que se quedan grabadas en cientos de libros.
Si algún día nos reencontramos, querido mío, solo si eso ocurriese, sabríamos empezar
de nuevo sin vergüenza ni nostalgia, contemplando nuestro breve espacio y
nuestros diminutos cuerpos en esta gran inmensidad.
No te busco, no me busques. Dejemos que la vida nos reúna. Hace falta valentía
para soñar y, amor para no impacientarse.
¿Sabías que el cariño no se extingue? Es
una llama que arde y que toma diferentes formas. Todas ellas son besables. Me lo han dicho aquí y lo creo ciegamente (sin estar ciega ahora ya).
Me despido enviando una profunda y sincera caricia: apapácho tu corazón cercano siempre a mí.
Sofía
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